El Parlamento Europeo declaró el pasado jueves 28 de noviembre una “emergencia climática” en un intento simbólico de priorizar el problema en la agenda de la ejecutiva de la Unión Europea. Esto sucedió tan sólo unos días más tarde de que la administración Trump anunciara un proceso formal para retirar a los EEUU del Acuerdo Climático de París.
La votación convierte a Europa en “el primer continente en declarar una emergencia climática y medioambiental”. Un gesto simbólico, pero potente, según ellos, que ha realizado el Parlamento Europeo. Sin embargo, se pueden declarar una y otra vez emergencias climáticas desde diferentes ámbitos (europeos, nacionales, locales…), pero lo que se necesita son acciones, no declaraciones.
Las preocupantes tendencias como el crecimiento de la población, la producción de alimentos, los viajes aéreos, la pérdida de la cubierta arbórea, las emisiones de gases de efecto invernadero y el consumo de energía, el aumento del dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso al igual que el aumento de la temperatura global de la superficie, el deshielo en todo el mundo y el clima extremo… son más que suficientes para declarar una emergencia que incluya acciones.
Durante los últimos años no hemos podido cambiar la forma en que vivimos de una manera lo suficientemente significativa como para revertir el daño que estamos causando en todos los ámbitos. Un informe reciente de la ONU, muestra que los océanos de la Tierra han alcanzado puntos de inflexión, donde algunas de las consecuencias más graves del cambio climático ya no se pueden evitar.
El papel de las empresas ante las declaraciones de emergencia climática
Algunas de las compañías más grandes del mundo ya están dando importancia a la acción climática. En una carta de abril a The Times of London, una grupo de directores generales de grandes compañías como Unilever, Solarcentury, The Body Shop y Triodos Bank, entre otros, pidió a las empresas que hicieran una declaración de emergencia y «rediseñaran urgentemente industrias y negocios enteros».
Es necesario que las empresas también se comprometan e influyan en los gobiernos «para que actúen como si la casa estuviera en llamas», en palabras de Greta Thunberg, activista climática sueca de 16 años de edad. Si no, en los próximos meses seguiremos viendo cientos de declaraciones de emergencia climática similares y sólo un reducido conjunto de soluciones diluidas y poco sistemáticas.
Y es que las empresas tienen un papel fundamental que desempeñar. Cada negocio será parte del problema o parte de la solución. La clave para garantizar que la mayoría de las empresas estén en la segunda categoría es volver a enmarcar el problema: reconocer que abordar adecuadamente la emergencia climática no supone un coste para las empresas ya que en realidad, a largo plazo, ahorrará dinero y generará un nuevo crecimiento.
Y resumiendo, en su forma más básica, necesitamos vivir de manera diferente. Necesitamos reducir, reemplazar o detener las actividades humanas que están impulsando el cambio climático.
Esto es un problema de todos, y todos debemos contribuir a la solución.